La Universidad de Guadalajara, mediante el proyecto del Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario, y con apoyo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, convoca al Premio Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco. Al galardón, dotado de diez mil dólares estadounidenses, podrán participar todos los escritores y narradores en idioma español. Deberán abordar el tema referente a la naturaleza, la sustentabilidad urbana, la armonía socioecológica y el cuidado ambiental. Este galardón está bautizado en memoria del poeta José Emilio Pacheco, cuyo trabajo trascendió al explorar la aparente dualidad entre la ciudad y la naturaleza.
Creado por la Universidad de Guadalajara, en colaboración con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, la Secretaría de Cultura, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, la Secretaría de Educación Jalisco y la Secretaría de Cultura Jalisco, el Premio de Literaturas Indígenas de América tiene el objetivo de enriquecer, conservar y difundir el legado y riqueza de los pueblos originarios mediante los diferentes géneros del arte literario, así como reconocer y difundir la trayectoria y obras de autores indígenas. Dotado de 300 mil pesos mexicanos, el premio se entregará en su décima edición en el marco de la FIL Guadalajara 2022.
Ruperta Bautista
El Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil se puso en marcha en 2005, Año Iberoamericano de la Lectura, con el propósito de impulsar la literatura infantil y juvenil en toda Iberoamérica. El objetivo de este premio es el reconocimiento a aquellos autores que hayan desarrollado su carrera literaria en el ámbito del libro infantil y juvenil. Dotado con 30 mil dólares, se entrega cada año en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Irene Vasco
Con el fin de crear una red que ayude a difundir la obra de los ilustradores de libros para niños y jóvenes en Iberoamérica, Fundación SM y la FIL Guadalajara convocan al 15 Catálogo Iberoamérica Ilustra. Las obras seleccionadas se montarán como exposición en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
www.iberoamericailustra.comMartha Elena Saint Martin Luengas
¡Al ruedo! Ocho talentos mexicanos
Autores 2018
Para más información contacte a:
Araceli López , responsable de América Latina e Invitado de Honor, al teléfono (+52) 33 3810 0331, ext. 921
Nací a mediados de 1988, en Campeche. Escribo narrativa, principalmente cuento, y a veces, sólo a veces, poesía. En 2017 gané el Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri por mi libro Ensayo de orquesta (FETA, 2017), y el Premio Nacional de Narrativa Gerardo Cornejo, con Época de cerezos. Mi primer libro, Margaritas en la boca (Ediciones Simiente, 2012), me confirmó la predilección por el cuento, como una forma de poner al límite las posibilidades de la narración y sus personajes. Algunos de mis textos aparecen en revistas y antologías dentro y fuera de México. Otros, como mi primera novela y ciertos poemarios, continúan a la espera de la buena suerte.
Fragmento de “Piromaniaca”
Que quede constancia, compadre, que no tengo nada en contra de las viejas, son muy chulas si permanecen calladitas y no lo meten a uno en problemas. ¿Años de conocernos y que ahora vengas a dudar de mi honorabilidad? Te recomiendo que acabemos rápido con esto, que no nos compliquemos con chingaderas. Yo me quiero jubilar bien, con todas las de la ley, la mía propia y la del Estado, cumplir con los tiempos y los papeles, como debe ser. Así que haz tu chamba y agilicemos las cosas.
Ya sé, compadre, ya sé, para qué me meto en camisa de once varas, yo mejor que nadie conozco la situación, que no se puede confiar en cualquiera, mucho menos nosotros, porque a cada paso que damos hay varios que nos tienen en la mira. Pero es que no la viste recién llegada del puerto, delgada y morenita, como me enloquecen, ni mandada a escoger me la hubieran traído así. La tía Jeny conoce mis gustos y me la ofreció antes que a nadie en una de sus fiestas privadas; puedo asegurarte, compadre, que ni tú la conocías. Me dijo: Leovigildo, dale la bienvenida a la chamaca, te toca un privado gratis o lo que tú quieras, tiene instrucciones de hacerte feliz esta noche. Sí, sí, aunque no lo creas. La tía Jeny me debía un favor bastante gordo por unas botellas adulteradas que le confiscó la policía municipal y yo muy amablemente le mandé a devolver, así que quedó en deuda conmigo, y como ella es una mujer que cumple con su palabra, me presentó a la Chiquitica Bomba, así le decían sus compañeras.
Para qué te explico, compadre, si ya te imaginas, fue como mi segundo aire, ninguna de las sobrinas de la tía Jeny llegó a complacerme tanto como la Chiquitica.
Baeza, Laura (2018). “Piromaniaca”, en Lados B2017 – Mujeres, Nitro/Press, México, 2018.
Cuento completo en http://www.planisferio.com.mx/piromaniaca-un-cuento-de-laura-baeza/
Crecí en Tecomate, un rancho perteneciente al municipio de Chicontepec, una región montañosa en el estado de Veracruz, sobre la costa atlántica de México. Llegamos en 1989, en una combi amarilla al más puro estilo deLittle Miss Sunshine. En 1985 habíamos sobrevivido al temblor de 8.1 en la Ciudad de México y mis padres, después de haber vivido inmersos en un escenario devastador -derrumbes, muertes, incomunicación-, quisieron pensarse en otra región. Ahora vivo en Culiacán. Estudié ciencias de la comunicación en la Universidad de Occidente, y lengua y literatura hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). He colaborado en las revistas Textos, Literal y Tierra Adentro. Fui conductora y reportera en prensa y televisión. He colaborado en el diario Récord con crónicas de futbol, y en el diario argentino Clarín.
A los 22 años fui becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa (2006), beca con la que empecé a escribir mi primer libro, de Veracruz (2009) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). Se me ha incluido en algunas antologías como: A fin de cuentos (Instituto Municipal de Cultura, 2007), La letra en la mirada (Instituto Municipal de Cultura, 2009), Cuadernos de periodismo Gonzo (Editorial Almadía, 2011), Lados B, (Editorial NitroPress, 2011) y 22 voces: narrativa mexicana joven Vol.1. En 2017 coordiné la antología de cuento Laboratorio para narradores, y en 2018, la antología Cuentos desde la orilla. El último intento (Editorial Tierra Adentro, 2013), es mi primer libro publicado. Actualmente dirijo el taller de cuento Laboratorio para narradores en la Biblioteca del Jardín Botánico Culiacán, y estudio la maestría en historia.
Fragmento de “La escala zoológica”
Nos despedimos de inmediato y, asintiendo repetidas veces con la cabeza, abandoné la oficina para entrar a la clase. “No es fácil ser maestro”, pensé mientras saludaba como de costumbre, pero, también como de costumbre, no obtuve respuesta. Acomodé las cosas en el escritorio como lo había hecho desde hacía un mes y tuve la sensación de estar viendo pasar mi vida por el orificio de una cerradura: Ana suspendida, flotando frente a un grupo de simios indomables. La animalización. Recordé entonces el inicio de El apando: “…con sus pasos de extremo a extremo, detenidos pero en movimiento, atrapados por la escala zoológica como si alguien, los demás, la humanidad, impiadosamente ya no quisiera ocuparse de su asunto, de ese asunto de ser monos”, y no era exageración.
Estuve un rato ahí, parada al frente, abstraída, hasta que me encontré de nuevo con Arturo. Se acercaba a su novia, la tomaba de la cintura y le metía, intentando pasar desapercibido, la mano por debajo de la falda. Tuve de pronto una agitación involuntaria. Intenté voltear hacia otro lado, pero no soporté la idea de perderme la escena. Su novia lo dejaba hacer, al principio con un esfuerzo evidente por concentrarse en la clase y en los apuntes que había que copiar del pizarrón, pero poco a poco se olvidaba de las notas para concentrarse en el momento: las piernas abiertas, el cabello ligeramente alborotado por la cercanía de los cuerpos y las bocas que siempre terminaban por encontrarse debajo del suéter con el que se cubrían hasta la cabeza para alejarse, para sumergirse en su propio universo. Así estuvieron: ellos tocándose y yo viéndolos, tratando de disimular —escribía en el pizarrón, caminaba de un lado a otro o me recargaba en el escritorio—, hasta que me sorprendieron los brincos de un muchacho que caminaba por arriba de las mesas.
Cuento disponible en: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/1084-no-0200/1862-0200-diez-narradores-la-escala-zoologica-mariel-iribe-zenil
Mi nombre es Liliana Pedroza, nací en Chihuahua en 1976, y provengo de una familia trashumante. Con mis padres y mi hermano viví y viajé por todo el país. Algunos veranos anduvimos en automóvil acompañados de una Guía Roji y sin ningún plan de destino. Por cuenta propia viví durante más de una década entre España, Francia y Estados Unidos, donde estudié un doctorado en literatura y trabajé como profesora de español y como librera. He vivido en una veintena de domicilios. Creo que del hecho del constante ejercicio de hacer maletas y guardar solo lo indispensable pensando en la siguiente mudanza, me ha hecho inclinarme por el cuento por sobre todos los géneros, esa escritura concentrada cuya historia requiere que no le sobre nada, ir ligero de equipaje.
También soy ensayista e investigadora de literatura mexicana contemporánea, soy especialista en la cuentística de los siglos XX y XXI escrito por mujeres. Los temas a los que suelo recurrir son los viajes, las fronteras, la violencia y el paisaje desértico de esos continuos recorridos en carretera entre Chihuahua y Ciudad Juárez durante mi niñez. Las mudanzas hicieron de mi español, como vehículo para la escritura y el habla, un asunto transcultural. Soy norteña, pero una norteña de muchas partes. Mis préstamos lingüísticos provienen de muchos sitios y de muy variadas experiencias. Algunos de mis cuentos han sido traducidos al francés, griego e italiano. Me han incluido en antologías de microficción, relato noir, cuentos sobre migración y relatorías sobre la violencia del narcotráfico. Recientemente, Julio Ortega me incluyó junto con otros trece escritores en el panorama de la nueva literatura con su libro Nuevo relato mexicano. Soy autora del libro de ensayo Andamos huyendo, Elena, de los libros de cuentos Vida en otra parte, Aquello que nos resta y del estudio crítico Historia secreta del cuento mexicano.
Fragmento de “Objetos perdidos”
Abandonamos la carretera de Chihuahua a Aldama para entrar por un camino de terracería. Nada más girar, el carro en movimiento alzó una tolvanera alrededor nuestro y el polvo se coló al interior por las ventanas cerradas. Agité con fastidio un brazo como si espantara mosquitos mientras aguantaba la respiración y el otro lo usé de visera pues teníamos el sol de frente. Eran las once de la mañana de un martes, le había pedido a mi padre que me acompañara. Desaceleró para aplacar la nube y pequeñas piedras dejaron de saltar con fuerza por lo bajo de la carrocería. Recuperamos el silencio desde inicio de viaje. Pasé un pañuelo desechable por el cuello para quitarme el sudor y partículas de tierra. Nuestras ropas brillaban por el polvo. Unos metros más adelante vimos un Datsun blanco y al hombre que nos estaba esperando recargado en una barda resguardándose en un trozo de sombra. Se acercó cuando nos estacionamos. Arrastraba unas botas vaqueras puntiagudas como si le pesaran. Se quitó sus lentes oscuros y cambió de mano un grueso manojo de llaves para saludarnos.
Cuento completo: http://www.elseptentrion.com/2018/08/22/objetos-perdidos/
presentarse en el palco joven de un festival de música góspel el final del año.14
Nací el mismo año que Blade Runner se estrenó. No fue bien recibida por la crítica, y a lo largo de los años tuvo modificaciones y distintas versiones. Quiero pensar que algo así pasará conmigo: todavía me hacen falta algunas revisiones, eliminar un par de escenas quizá. Siempre me gustó contar historias, primero con dibujos y luego con palabras. Gracias a mi madre me gustan los libros, el café y los cigarrillos. Gracias a mi padre, el chile serrano, bailar y la cerveza. Decidí estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara, porque pensaba que sería perfecta para mi futura carrera literaria. Cuando tenía 21 años murió mi madre y me dieron una beca para escribir. Mi padre entendió por fin que sí se podía vivir de la escritura y yo me sentí pequeñísima al conocer a mis compañeros en la Fundación para las Letras Mexicanas. Viví un año en el otrora DF, y cuando regresé me dediqué a mucho, pero no tanto a las letras. Fui mesera, hostess, bartender, becaria, asistente de recursos humanos y luego reportera en Milenio Jalisco.
Publiqué mi primer cuento en la antología Moscas, niñas y otros muertos, editada por Punto de Partida (UNAM, 2004), luego otro en Reverso y luego me dediqué sólo a hacer reseñas, entrevistas y crónicas para Ocio. Empecé a trabajar en una agencia de publicidad en 2013. Hice una traducción de cuento para Océano, le dediqué un texto a Phil Hartman y su Troy McClure para Cine Premiere, escribí un cuento sobre feminicidios en El silencio de los cuerpos (Ediciones B); Paraíso Perdido editó Estática, una plaquette con dos cuentos míos, y “La soledad de los peces muertos”, ilustrado por Peras y Manzanas en Río entre las piedras.
El triunfo de la memoria es el primer libro de historias que publico. Ahora me aventaré el tiro con una novela.
Fragmento de “La soledad de los peces muertos”
Les ayudé a cargar instrumentos. Otro grupo les prestaría la batería a ellos y a otras dos bandas, igual de principiantes, a cambio de un six de cerveza. Adentro, mientras nos abríamos paso entre cables, músicos, adolescentes y los de la vieja escuela que ahora no les gusta admitir que bebimos de la misma caguama en aquel entonces, escuchábamos que los vecinos estaban molestos, que iban a llamar a la policía, que quedaba poco tiempo. Había que apurarse para montar todo y que los más verdes se aventaran su set antes de Sedición. ¿Qué tanto tiempo podría ser, si el artista estelar tenía un disco que no contaba ni treinta minutos? “Masacre”, me dijo el hijo del pintor, “nos vamos a partir la madre”. Se subió al escenario con una sonrisa y se puso a conectar lo que podía conectarse.
A eso no le sabía; me quedé ahí, viendo cómo se iba atiborrando el Roxy, cómo aumentaba el calor y las voces hablaban de todo al mismo tiempo: la chela, el porro, la güera de la esquina, la puta de tu madre, por qué no nos habíamos visto antes, Sedición putos, rólalo, ¿traes cananas?, dejé el coche a dos cuadras, mi mamá no sabe que acá ando, puro mocoso, carnal, se murió mi perro, no le hace, acá tengo más, quítame la mano de encima, ocupo que me prestes, ¿cómo está tu hermana?, ¿de quién te andas escondiendo?, creo que ya te ubicaron compa, la verdad es que tocaban más chido antes, a ver si no nos carga la chingada otra vez, qué bueno que llegaste sola, ya chole con La Cuca, ¡en El Bananas, wey!, ¿dónde estabas?, fui al Mercado del Mar con mi mamá y creo que ya le tengo miedo a los pescados. Y ahí la vi, muy cerca del escenario, recargada junto a una bocina, platicando con una amiga. Llevaba la misma ropa de unas horas antes. Era mi oportunidad. Llené mi pecho con todo el aire que mis fosas adolescentes me permitían inhalar, y lo guardé un rato en los pulmones porque acababa de darle un jalón al churro que alguien, todavía no sé quién, me puso entre los dedos.
Posas, Abril. (2017) “La soledad de los peces muertos” en El triunfo de la memoria. México: Editorial Paraíso Perdido.
Lee el cuento completo en: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/1084-no-0200/1860-0200-diez-narradores-circuito-cerrado-oscar-guillermo-solano-4
Hombre entre siglos, nací en el barrio bravo de Tepito en la Ciudad de México, en 1980. Tengo tres novelas publicadas: Balas en los ojos, El siglo de las mujeres y Hipsteroy, que es juvenil. Hace poco mi novela Aquí había una frontera, que ganó el Certamen Internacional de literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2018, es sobre una tremenda borrachera. Mis libros de cuentos también han merecido ciertos premios: Niños Tristes, Pemio María Luisa Puga de cuento 2010; Perros sin nombre, Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2012 y ¡Canta, herida!, Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2015.
Publiqué también un libro de minificciones bajo el título de Falsos Odiseos, y fui finalista del concurso Cosecha Eñe 2012 en España. Escribo columnas semanales para Chilango y La Tempestad. Antologué el primer volumen de El Hambre Heroica, una selección de cuentos mexicanos. Soy @el_neb en Twitter e Instagram.
Fragmento de “Sombras Huérfanas”
Apenas se dobla el día a la mitad, aparece una gavilla de prietas subiendo la cuesta. Los jueves vienen de visita las mujeres de los prisioneros. Parecen sombras huérfanas de cuerpo. Su andar es a la par atolondrado y urgente, como esos sueños en los que uno corre pero no avanza. Cargan a los hijos del bandido, cargan canastos con pan negro y guisos y tortillas duras, cargan una lona doblada y los palos y varillas con los que armarán el tinglado que les servirá de íntimo cubil. Llegan sudadas y con 6ytlos pies hinchados. Vienen desde diferentes tipos de lejos. La prisión las recibe desde su majestuosidad de trono en la punta del paisaje. Trono de monarca ultimado. Todas han sentido alguna vez que están ingresando, literalmente, a un hocico. Algunas vienen acompañadas de niños que ya saben caminar. Los han educado para no llorar.
Los prisioneros no pueden verlas aproximarse. Las huelen. Desde temprano apañan una parcela de patio, sienten la sangre de su cuerpo atorándose dentro de sus colgajos; se codean conciliatoriamente, sonríen como mazorcas. ¡Ya es jueves, dios mediante! Dios no tiene nada que ver con la orgía de los reclusos. Dios no pasa revista en aquel claustro de sicarios. Se cuentan por cientos: laberinto de humanos desposeídos y enjutos, mugrosos y bravos. Son cientos y sus erecciones. Hay algunos que se masturban varias veces a lo largo del día para quedarse ya sin una sola gota de leche y así asegurar dureza por más tiempo adentro de mujer, adentro de tripa. Otros realizan ejercicios a lo largo de la semana, gimnasias para retener el chorro seminal. Habrá alguno que se hechice antes chupándole la juventud a las piedras.
Rodríguez Liceaga, Gabriel. (2016) “Sombras huérfanas” en ¡Canta, herida! México: Editorial Paraíso Perdido.
Cuento completo en: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/sombras-huerfanas/
Brasil: Alfaguara, 2018
Nací en Córdoba, Veracruz, en 1989. Mis padres y yo vivimos en diferentes ciudades y rancherías del estado. De aquella época, me quedé con las referencias pop que cuajé en mi libro de cuentos En el pabellón de las dieciséis cuerdas (Tierra Adentro, 2015). Aquí, el lector encontrará personajes como un fanático de David Bowie y Bradbury que envía cartas a ambos para compartir sus experiencias sobre la abducción que sufrió; un duelo afuera de una mezcalería del Sureste; un par de boxeadores que entrenan viendo películas de Elia Kazan y Scorsese; y el recorrido por un estado donde la violencia del narco acentuada durante el calderonismo, encuentra su metáfora en el fenómeno ovni.
He tenido la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y de la Fundación para las Letras Mexicanas (f,l,m). Mi nombre aparece en las antologías nacionales: Diez narradores (1980-1989) de Punto de Partida, de la UNAM, y Cuentistas de Tierra Adentro 2007-2017. También he publicado en Luvina, Hermano Cerdo y la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, de Texas. Según worldcat.org, mi libro está catalogado en más de 20 bibliotecas internacionales.
Aún escucho a mis padres como las voces en off de una película serie B, en la cual hace siete años boxeé en unas cabañas de Boloña y perdí; me han asaltado vagabundos de Cracovia y Mesquite; he vivido en una cochera de Trento; me perdí en Lavapiés de Madrid y desmentí la existencia de los tacos de Perro Aguayo y Octagón; pasé una noche en la estación de Słubice y esa noche se repitió en Braga, San Luis y Ciudad Juárez. He comido hasta el hartazgo en el Pacífico, y aposté por primera vez en Valladolid. Y en todo esto, no he dejado de distinguir las rancherías de Veracruz vistas por las ventanillas del Datsun 84 de mis padres, 20 años atrás.
Fragmento de “David Bowie nos dice adiós desde el espacio”
Desde aquella mañana de invierno de 1980 en que regresó a la Tierra hasta el día en que murió, 50 años más tarde, Manuel Martínez supo que no volvería a sentir una vez más la oscuridad del espacio esculpiendo su rostro. Lo sé porque soy su hijo y desde que tengo memoria, siempre describía, con la resignación de los exiliados, desiertos de arena negra, mares como bloques suspendidos en el aire y la bóveda de un inmenso cielo rojo.
Su viaje inició en la ciudad de Veracruz. Con apenas 19 años trabajaba como chofer en los autobuses que recorrían el circuito de suburbios. Las calles por las que pasaba unas treinta veces al día estaban flanqueadas por lotes baldíos tan amplios que podías llamarlos praderas. Así, la noche del 10 de febrero de 1975, cuando se dirigía a la central para guardar su vehículo, vio suspendido, en medio de uno de esos lotes, un platillo volador del tamaño de una gigantesca antena parabólica. Para cerciorarse de que no estaba alucinando se acercó. El platillo se precipitó sobre él, hizo un ruido igual al bufido de mil toros, se abrió por la mitad como si de una almeja se tratara y lo envolvió en una invisible manta eléctrica.
Cinco años más tarde, apareció en aquel lugar con la misma apariencia y la misma ropa. Detrás de sus ojos surgían imágenes de fluorescentes montañas recortadas contra el cielo y soles negros cuya luz se derramaba sobre marmóreos árboles. Un inexplicable sentimiento de despojo le perforaba el pecho.
Por miedo o por envidia, nadie quería tratar con alguien que no había envejecido durante cinco años. En ese entonces mi padre bordeaba la locura al saber que la Tierra era un grillete inventado por Dios.
Sánchez, Josué (2015). “David Bowie nos dice adiós desde el espacio” en En el pabellón de las dieciséis cuerdas. México: Fondo Editorial Tierra Adentro.
Cuento completo en: https://luvina.com.mx/foros/index.php?option=com_content&task=view&id=1935&Itemid=65
Nací en Monterrey en 1984. Desde los trece años comencé a escribir casi de forma cotidiana, aunque publiqué mi primer libro a los 26; o sea trece años después de empezar a escribir. Creo que los escritores no somos más que lectores mutantes. La biografía de los que escriben son sus lecturas: me inicié con Stephen King, después Henry Miller, más tarde Agustín García Calvo. Cada cual me enseñó algo del oficio de la escritura. Estudié filosofía en España, y allá escribí mi primer libro Artefactos, aunque se publicó en Monterrey en 2012. En 2011, junto con Carlos Lejaim Gómez y Frank Blanco Wong, refundamos Editorial An.alfa.beta (anteriormente había sido una revista), que desde entonces ha publicado 23 títulos y, poco a poco, va consolidándose.
En 2015 obtuve la beca del Centro de Escritores de Nuevo León del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, (Conarte) para escribir mi primera novela El emisario o la lección de los animales. También gané el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2015, con el libro La virtud de la impotencia; libro de cuentos que seguía en la línea de mi obra anterior. Ese mismo año gané también el XXXI Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción con El mono que escribió el Quijote, publicado recientemente por la editorial Librosampleados. El emisario se publicó finalmente en 2017 en el sello Caballo de Troya de Penguin Random House; y ese mismo año gané el Premio Nuevo León de Literatura del Conarte con el libro de cuentos Yonque. En 2018 obtuve la beca del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en el género de novela; así como la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) de Jóvenes Creadores en la categoría de cuento.
Fragmento de El emisario o la lección de los animales
Imaginaré que la frente en la que se posa el acero frío del cañón de esta pistola no es la mía. Como no fui yo a quien precipitaron de un helicóptero sobre la autopista a Saltillo, ni fue mi cabeza la que aplastaron con la llanta trasera de una camioneta. Tampoco fui al que descuartizaron a lo largo del arroyo. Imaginaré que no es mi sien la que golpearon hasta dejarme sordo de un oído y por eso el amartillarse de la pistola se escucha lejano, detrás de la cortina de agua que nos cae encima. Voy a pensar eso: desde la lluvia vendrá un trueno a sofocar el sonido de la detonación. No llegará el olor de la pólvora quemada. La bala dispuesta a horadarme el cráneo silbará una melodía apacible al zumbarme dentro. Antes de que todo suceda veré la cara de mi asesino y no solo sus botas ambarinas salpicadas de lodo y de sangre. Y cuando esté tumbado sobre la tierra encharcada con un agujero en la frente seguirá lloviendo durante semanas. El huracán girará sobre la ciudad hasta limpiarlo todo. Hasta lavarme de sangre y de culpa. Imaginaré que no es mi cabeza la que vuelven a golpear con la cacha de la pistola. Que ahora que me quitan la capucha negra de la cara y puedo ver la luz como un borrón pardo aclarándose, imaginaré que el mundo regala su forma una última vez.
Vázquez Ortiz, Alejandro (2017). El emisario o la lección de los animales, México: Caballo de Troya.
Fragmento completo: https://www.megustaleer.mx/libros/el-emisario-o-la-leccin-de-los-animales/MMX-008737/fragmento/
Nací y crecí en el pueblo de Paracho, incrustado en la meseta purépecha en el estado de Michoacán. Estudié literatura en la Universidad Michoacana, aunque profesionalmente me he desempeñado como asesor político. A la escritura llegué a los 20 años, cuando publiqué mi primer libro gracias a la obtención del Premio Michoacán de Literatura: Personas desde el fondo de la laguna, una breve colección de relatos. En 2012 apareció mi segundo libro, Los rumores del miedo, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro, siendo el primer autor de la década de los noventa en formar parte de dicho catálogo. En ese libro se incluyó el relato “Lanugo”, con el cual obtuve el Premio de Cuento Juan Rulfo. Dos años después, en 2014, la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó mi tercer libro de relatos, Asfalto. Tras su aparición, me concentré en la que sería mi primera novela, Perro de ataque, escrita con la beca para Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA): en realidad, un extenso relato sobre el acoso a periodistas durante el sexenio calderonista. La novela fue publicada en 2017 por Ediciones B, logrando colarse en un par de listas de los mejores libros del año. También, en 2017, obtuve por segunda ocasión la beca para Jóvenes Creadores, con la cual estoy escribiendo la que será mi segunda novela, titulada Al final de la costera.
Mi nuevo libro de relatos, Animales carroñeros, verá la luz el año próximo, así como un par de colaboraciones para antologías compiladas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Nitro Press y Penguin Random House. Actualmente alterno mi labor como asesor político con mi desarrollo como escritor de género negro, pues creo, como dice Mempo Giardinelli, que el género negro está obligado a levantar la mano en momentos de descomposición y ruptura social.
Fragmento de Perro de ataque
Galaxia II era el último respiro de la ciudad, un grito a la pared, el murmullo mal articulado por una boca deforme. Era tres calles para arriba y otras tres para abajo, tres más que la cruzaban y dos últimas, custodiando las orillas y delimitadas por un perímetro de malla ciclónica. Era veinte bloques que escupían, en todas direcciones, fachadas destinadas a quedar inconclusas: ventanas sin marcos ni cristales, orificios carentes de medidores de luz, muros color cemento, los pocos cables y tinacos sobrevivientes a la rapiña, ausencia, vulnerabilidad. Era cuatrocientas cuarenta casas compradas a la constructora mediante fondos de vivienda y préstamos bancarios. Era fragmentos de llana terracería aquí, otros adoquinados allá y otros de concreto más allá. Era maleza vistiendo los muros hasta alcanzar los grafitis, y montones solidificados de arena, grava y mortero. Era postes de alumbrado público renuentes a cumplir su única tarea. Era casas abandonadas tan rápido como sus propietarios se dieron cuenta de la imposibilidad de cubrir los pagos mensuales, o cuando entendieron que pagar por un espacio utilizado sólo para dormir no representaba un lujo, ni una mejor calidad de vida, sino una estupidez. Era un solo plano reproducido cuatro centenares y media de veces, de cinco por diez contando el jardín de la entrada, de un piso, de un baño, de dos habitaciones, de estancia/sala/cocina/comedor. Era un manchón de treinta mil metros cuadrados «Donde tu vida comienza», según había dicho la propaganda ocho años antes, pero en Galaxia II nunca comenzó nada. Galaxia II era un puñetazo al aire, lejanía, el eco huérfano que la ciudad prefirió dar por perdido.
Zalapa, Darío (2017) Perro de ataque. México: Ediciones B