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Premios y homenajes

Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances

 

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1994

Julio Ramón Ribeyro icono

(Perú, 1929-1994)

 

Discurso

Cada cuento que he escrito ha sido fruto de un accidente espiritual: ideas o experiencias que me divirtieron, me sobrecogieron o me marcaron. Su dispersión y variedad provienen justamente de que cada cuento jalona y a veces simboliza las alternativas de mi propia vida; el rumbo elíptico de una existencia más bien morosa, dispar y vagabunda. Escritos en bares, hoteles, barcos, pensiones u oficinas, cada cual tiene su propia historia y su propio destino, y agruparlos en serie es una tarea arbitraria. Yo siempre he pensado en el cuento y rara vez en el libro.

Como el cuento es una especie que se transforma, los míos representan quizá la última tentativa de un escritor que aún creía en los géneros literarios y en las historias por contar. Al escribirlos, en la pobreza o en la bonanza, en mi país o fuera de él, en unas horas o años de correcciones, sólo he querido que ellos entretengan, enseñen o conmuevan. Y he querido también proporcionarme un placer a mí mismo, pues escribir, después de todo, no es otra cosa que inventar un autor a la medida de nuestro gusto.

No saben cuánto deseaba poder viajar a México para recibir personalmente este premio; por desgracia, debí someterme a una muy delicada intervención quirúrgica...

JULIO RAMON RIBEYRO

*Fragmento del discurso de Julio Ramón Ribeyro leído por su esposa, Alida Cordero, quien en representación del escritor recibió el premio Juan Rulfo en La Feria del Libro de Guadalajara. Palabras extraídas de notas de la prensa nacional de finales de noviembre de 1994, a falta de una versión del texto íntegro.

Un mueble con la máquina de escribir que durante años me impidieron dormir a gusto, las interminables pláticas entre escritores latinoamericanos, mi participación forzada como lector en esas reuniones, aburrido, dormido, despierto, cansado.
Durante muchos años tuvo la ingenua creencia [de] que sus relatos no salían del hogar y ahora termino descubriendo que esos textos llegan a tantos lugares ajenos a nuestro departamento.

Palabras del hijo del escritor, Julio Ramón Cordero.