FRAGMENTO DE VIVIENDO MI PELICULA 2 -
FANI EN LA TIERRA DE LA REINA

Estoy en el avión. Acabo de despedirme de Inglaterra, de mi familia, de mis amigos, de toda la vida que construí en este lugar. Ese es el sentimiento más contradictorio que he experimentado. Al mismo tiempo, me muero por volver, y estoy muy, pero muy triste porque no sé si volveré aquí algún día y, sobre todo, si volveré a ver a las personas que aprendí a querer como si las hubiera conocido desde siempre. Le agradezco a Dios por haberme dado la mejor familia anfitriona que podría haber imaginado. Nunca voy a olvidarlos. Estoy feliz de volver a mi país. Pero, al mismo tiempo, no sé cómo van a recibirme, no sé si todavía hay un lugar para mí en el mundo de mis amigos, si mi familia estará igual que siempre...

   Me siento distinta. Ya no siento necesidad de esconderme detrás de mi mamá, y aprendí a comprender mejor mis sentimientos cada vez que una situación me obliga a tomar una decisión. Ahora sé que el miedo nunca debe impedirnos intentar lo que sea. El valor siempre es recompensado. Y, cuanto mayor sea la osadía, mejor será la realización.

   Sé que cuando llegue a casa (es tan raro decir “casa”... ¡ahora, para mí, mi casa está en Brighton!) voy a pensar que esto no fue más que un sueño... Cuando estaba haciendo mis maletas tuve que detenerme en varias ocasiones, porque las lágrimas no me dejaban ver. Traigo conmigo muchos recuerdos; ¡tengo ganas de meter a toda Inglaterra en mi maleta!

   Creo que, antes de venir aquí, era como si siguiera dentro del vientre de mi mamá. Todo muy cómodo y seguro. Al llegar a Inglaterra fue como si hubiera nacido. Al principio fue difícil: tuve que aprender a hablar, a caminar sola, a relacionarme.

   Y ahora, esta partida, en cierta forma, tiene algo de muerte, aunque sé que es una muerte como la de la oruga, que parece petrificada en su capullo antes de convertirse en mariposa y ver su antigua vida de otra forma, con otros ojos.

   Es como si la película más intensa que haya visto en la vida llegara a su fin. Sé que no podré comprar el DVD para tenerla en mi colección, pero estoy segura de que cada una de sus escenas, de que todas sus imágenes y sus diálogos, van a seguir existiendo para siempre en mi corazón.

   Me voy. No sé qué me espera. Pero aprendí que la felicidad es una opción. La felicidad vive en todas partes. Basta que dejemos que nos haga compañía. Espero que haya entrado conmigo en este avión... o, mejor, que esté esperándome en el aeropuerto.

   Acaban de autorizar la partida. Vamos a despegar.

   Fani Castelino Belluz

   Fueron las 15 horas más largas de mi vida. Llené el informe del SWEP, vi las tres películas que proyectaron, aunque ninguna era nueva para mí (Quiero robarme a la novia: cuatro estrellitas, El fin de los tiempos: una estrellita, y Mamma mia: tres estrellitas), me puse a recordar todo lo que había sucedido durante ese año y a imaginar todo lo que podría pasar en adelante. De pronto, mi pensamiento se detuvo en Leo.

   Había pasado un año entero, pero yo seguía sintiendo lo mismo por él, exactamente lo mismo que el día en que empezó mi viaje. ¿Estaría esperándome? Tenía ganas de llorar, de pedirle al piloto del avión que acelerara para saber si me había perdonado o de ingeniármelas para predecir el futuro y ver si Leo iría al aeropuerto, como le había pedido en la carta. Empecé a rezar para que me comprendiera. Yo no habría tenido ningún novio si hubiera sabido que existía la más mínima oportunidad de que él todavía me quisiera. Esperaba que Leo en¬tendiera que lo que le había escrito y grabado era sincero.

Traducción de Paula Abramo
Gutenberg, 2009

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